
Guía especial, Chile 2025 de Tim Atkin
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En base en un viaje de tres semanas al país en diciembre de 2024, durante el cual el reconocido periodista en vinos y Master Wine, recorrió más de 3.000 kilómetros, presenta 1096 vinos de 172 bodegas, acaba de publicarse esta guía en la página del autor.
Se puede bajar el informe completo pagando 20 libras, que sin duda los vale, pues es un tremendo trabajo.
https://timatkin.com/product/2025-chile-special-report/
Afortunadamente, y gracias a Rodrigo Rojas Aguilera, director de VINIFERA, una de las mejores páginas web sobre vinos en Chile, y la investigadora Natalia Espina, quien elaboró un excelente síntesis, expresando los principales puntos de este informe, es que podemos, hacernos un buen panorama mental de este informe
Chile 2025: Tim Atkin MW y la radiografía al futuro del vino chileno
Por Natalia Espina
22 de abril de 2025
El informe "Chile 2025" de Tim Atkin MW representa una radiografía profunda y reflexiva sobre el estado actual y futuro del vino chileno. Con la mirada aguda de un crítico con más de tres décadas de experiencia en el país, Atkin contextualiza el momento vitivinícola chileno desde una perspectiva personal, histórica y técnica. Desde sus primeras visitas en los años 90, cuando bastaban tres días para recorrer todas las bodegas exportadoras, hasta la complejidad y diversidad geográfica y enológica de hoy, el autor destaca tanto los logros como los desafíos estructurales que enfrenta la industria.
El informe
El reconocido crítico de vinos Tim Atkin MW ha publicado su Informe Especial Chile 2025, un exhaustivo análisis de la industria vitivinícola chilena tras dos meses de investigación, catas y visitas a lo largo del país. En este documento, Atkin no solo evalúa la situación actual, marcada por desafíos económicos y climáticos, sino que también proyecta un futuro optimista, instando a Chile a abrazar su identidad única y su diversidad de terruños. Desde Vinifera.cl, desglosamos los puntos clave de este informe que ya está dando que hablar.
En un tono a la vez optimista y crítico, el informe señala una “crisis vinosa” derivada de una sobreproducción, caída en la demanda global y los efectos cada vez más visibles del cambio climático. No obstante, Atkin sostiene una fe firme en la capacidad de adaptación del país, celebrando el auge del enfoque en el “terroir”, la exploración de zonas extremas —desde los Andes hasta el archipiélago de Chiloé— y el renacer de variedades criollas y patrimoniales como la País y la Cinsault. También cuestiona la falta de cohesión en el sistema de denominaciones chileno, proponiendo un avance hacia clasificaciones de tipo "Grand Cru".
El informe combina anécdotas personales, entrevistas con figuras clave del sector y un sólido análisis técnico, posicionando a Chile no solo como un país vinícola resiliente, sino también como uno de los más diversos y prometedores del mundo. Atkin no solo ofrece una evaluación de cosechas y zonas productivas, sino que hace un llamado implícito a redescubrir y valorar la belleza en la autenticidad del vino chileno.
“Aún creo en la belleza”, cita Atkin, parafraseando al músico chileno Nano Stern, un mensaje que resuena como un llamado a la industria para valorar su legado y potencial. Atkin abre su informe con una reflexión personal sobre sus 35 años de relación con el vino chileno, desde su primera visita en 1990, cuando apenas diez bodegas exportaban. Su encuentro con Alejandro Hernández, una eminencia enológica de 90 años que estudió con Émile Peynaud en Burdeos, y Gonzalo Rojas, director de Vinífera y experto en historia y cultura del vino, enmarca su narrativa. Estas conversaciones, cargadas de historia y pasión, refuerzan su convicción de que Chile puede superar su “malestar vitivinícola” actual y emerger más fuerte que antes, con vinos que reflejen su carácter único.
Cada año, cuando Tim Atkin MW publica su informe, el mundo del vino toma nota. Su “Chile 2025 Special Report” no es la excepción. Pero más que un informe técnico, lo que Atkin ha entregado este año es una carta de amor y advertencia para un país vitivinícola que navega entre su glorioso potencial y una tormenta de desafíos estructurales.
La industria está en crisis
Desde el primer párrafo, Atkin nos transporta a una conversación con Don Alejandro Hernández y Gonzalo Rojas, dos figuras emblemáticas del vino chileno según él. El tono es íntimo, casi nostálgico, pero pronto cede espacio a una crítica frontal: Chile atraviesa un periodo de sobreproducción, falta de coordinación institucional, incertidumbre climática y, lo más preocupante, una pérdida de confianza en su identidad enológica. El crítico británico, que ha recorrido el país por más de tres décadas, no endulza la píldora: la industria está en crisis.
Geografía y producción
La singularidad de Chile y los desafíos del cambio climático
Uno de los ejes más fascinantes —y a la vez más complejos— del informe Chile 2025 es la forma en que la geografía chilena actúa como bendición y desafío para su industria del vino. Con 4,270 kilómetros de longitud y un promedio de apenas 177 kilómetros de ancho, Chile se extiende como una delgada franja de diversidad climática y geológica entre el Océano Pacífico y la imponente cordillera de los Andes. Esta configuración le otorga una amplitud vitícola única, comparable solo con Australia en cuanto a extensión latitudinal de sus viñedos.
Actualmente, con 129,016 hectáreas plantadas, Chile representa el 7º mayor productor de vino del mundo y el tercero en el hemisferio sur. Sin embargo, la cosecha de 2024 fue la más baja desde 2010, con apenas 9.3 millones de hectolitros. La caída obedece tanto a fenómenos climáticos extremos como a un problema estructural: la crisis de sobreproducción, que ha llevado al arranque de entre 6,000 y 7,000 hectáreas de viñedos en solo un año. Sin un sistema de coordinación nacional, la responsabilidad ha recaído en productores individuales, generando una fragmentación que debilita la respuesta sectorial ante los retos del presente.
La producción está fuertemente concentrada en tres regiones: Maule, O’Higgins y Metropolitana de Santiago, que juntas generan el 93.4% del vino chileno. Maule, en particular, representa por sí sola la mitad del volumen nacional. Sin embargo, el informe celebra la creciente exploración de regiones extremas, como Chile Chico en la Patagonia o Añihue en Chiloé, donde bodegas como Ventisquero y Montes están plantando Chardonnay, Pinot Noir, Albariño y Gewürztraminer en condiciones verdaderamente desafiantes. Este impulso hacia nuevos horizontes es tanto una necesidad ante el cambio climático como una estrategia para diversificar estilos y propuestas.
Y es que el cambio climático se cierne como la amenaza más seria sobre el futuro del vino chileno. Sequías persistentes, incendios forestales devastadores como los de 2023 y lluvias torrenciales en 2024 configuran un panorama cada vez más errático. Chile, advierte Atkin, es uno de los países con mayor estrés hídrico del planeta, y podría enfrentar escasez crítica de agua hacia 2040, especialmente en zonas vitícolas históricas como el Valle del Maipo. La paradoja es evidente: mientras algunas regiones se ahogan, otras se secan. Y en ambas, los viñedos están en riesgo.
A este panorama se suma un sistema de denominaciones de origen que Atkin no duda en calificar de “laberinto confuso”. Conformado por seis grandes regiones, 17 subregiones y más de 80 áreas específicas, el sistema carece de claridad para los consumidores y de utilidad real para los productores que buscan diferenciarse por terroir. Como solución, el informe propone avanzar hacia una estructura más precisa y jerarquizada, al estilo de los Grands Crus de Borgoña, que permita destacar viñedos excepcionales como Puente Alto, Apalta, Talinay o Malleco.
Chile tiene el privilegio de contar con una geografía tan diversa como desafiante, y con una generación de viticultores preparados para adaptarse a sus extremos. Pero, como subraya Atkin, sin una reforma estructural en su sistema de denominaciones y una gestión responsable del recurso hídrico, este potencial corre el riesgo de diluirse. El tiempo para actuar no es mañana: es ahora.
Oportunidades: Terruño y Viñas Viejas, el Verdadero “Nuevo Chile”
Frente a un escenario complejo, Tim Atkin MW no escatima en destacar una de las transformaciones más alentadoras de la vitivinicultura chilena: el renovado compromiso con el terruño y el redescubrimiento de las viñas viejas como activos invaluables. Lejos de los modelos productivistas de los años noventa y del influjo tecnocrático del llamado "modelo anglosajón", las bodegas más visionarias están dando un paso al frente en favor de la identidad, la diversidad y la calidad.
En los últimos 15 años, el vino chileno ha dejado de depender exclusivamente del trabajo en bodega para enfocar su atención en el viñedo, en los suelos y en la relación íntima entre variedad, clima y lugar. Proyectos como los de Concha y Toro, Viña Leyda, De Martino y Tabalí han profundizado el estudio de suelos —graníticos, calcáreos, volcánicos, arcillosos— y han afinado la selección varietal: Cabernet Sauvignon encuentra su expresión más refinada en Pirque, Carmenère brilla en Peumo y Los Lingues, Chardonnay se revela con tensión en Limarí y Malleco, mientras que las antiguas País y Cinsault se revalorizan en el Secano Interior de Itata y Bío Bío.
Pero quizá el cambio más simbólico —y esperanzador— es el resurgimiento de las viñas viejas, muchas de ellas con más de un siglo de historia, cultivadas sin riego en zonas marginales y hasta hace poco olvidadas. Estas viñas, que incluyen no solo País y Moscatel de Alejandría, sino también Cinsault, Carignan y Semillón, se han convertido en emblemas del “Nuevo Chile”. Un Chile más auténtico, menos homogéneo y más en sintonía con su herencia agrícola.
Atkin recoge una frase clave de Derek Mossman (Garage Wine Company): “Las viñas viejas han corregido la idea de que Chile es solo Cabernet Sauvignon y Sauvignon Blanc a precios accesibles. Han hecho realidad la diversidad.” A esto se suma la adopción de prácticas agroecológicas y sostenibles: uso de drones para mapeo y riego, calicatas para análisis de suelos, biodiversidad integrada en los viñedos con árboles nativos, colmenas y cubiertas vegetales. Algunas bodegas, como Garcés Silva en Leyda o Viña Marín en Lo Abarca, incluso apuestan por plantaciones con orientación solar específica para enfrentar el cambio climático y reducir la dependencia del riego.
Sin embargo, no todo es motivo de celebración. Atkin lanza una advertencia grave: la costumbre de arrancar viñedos a los 25 años por baja productividad amenaza este capital vitícola histórico. En un país sin filoxera y con condiciones ideales para la longevidad de la vid, esta práctica no solo es un desperdicio técnico, sino un atentado contra el patrimonio cultural del vino chileno. El desafío, entonces, es doble: valorar más las viñas antiguas —en términos económicos y simbólicos— y construir un relato país que reconozca su valor diferenciador frente a otros orígenes del Nuevo Mundo. Las viñas viejas no solo cuentan historias del pasado; también pueden ser la brújula del futuro.
Finalmente, cabe destacar que, más allá del análisis crítico y la reflexión histórica, el Chile 2025 Special Report de Tim Atkin MW es también una herramienta concreta para consumidores, sommeliers y coleccionistas. El corazón técnico del informe lo constituyen su Clasificación 2025 de productores chilenos, un esquema jerárquico que distingue entre bodegas de “Primera Grand Cru” hasta “Productores Emergentes”, acompañado de más de mil notas de cata detalladas y una lista alfabética de puntuaciones. Vinos destacados provienen de zonas tan contrastantes como el árido Limarí, el histórico y diverso Maule, o el emergente y fresco Malleco en el sur.
El informe también se preocupa por la dimensión cultural y experiencial del vino. Incluye una cuidada selección de restaurantes y bares donde el vino chileno se vive y se celebra, desde referentes como Boragó y Ambrosía en Santiago, hasta joyas escondidas en Chiloé, Concepción y Valparaíso. Para quienes buscan profundizar, Atkin recomienda una serie de lecturas esenciales sobre la historia vitivinícola chilena, destacando especialmente Terroir Footprints del geólogo y consultor Pedro Parra, una obra clave para entender la reciente revolución del terroir en Chile.
Pero quizás lo más relevante del informe no sean las puntuaciones o las recomendaciones enoturísticas, sino su mensaje final: un llamado a que Chile confíe en su identidad y siga apostando por vinos con carácter, origen y sentido de lugar. “Chile ha vivido cosas peores”, escribe Atkin, apelando a la resiliencia de un país que, pese a la crisis, conserva un potencial excepcional. La exploración de nuevos terruños, la preservación de sus viñas patrimoniales y la adaptación inteligente al cambio climático son, según el autor, las claves para que Chile no solo sobreviva, sino que renazca como una de las grandes potencias vitivinícolas del siglo XXI.
Para los interesados, el informe completo está disponible en www.timatkin.com, y se puede seguir el análisis continuo de Atkin a través de sus redes sociales (@timatkin). Sin duda, se trata de una lectura imprescindible para comprender no solo el presente, sino también el porvenir del vino chileno en el mundo.
Fuente: Vinífera editorial (www.vinifera.cl)